Cuando les dije, en mi primer artÃculo, que me apasionaba América Latina, que « soñaba con visitar sus paisajes diversos y poder conocer a las poblaciones locales, intercambiar con ellas para aprender más sobre su forma de vida », no era una broma ni siquiera una exageración de mi estado de ánimo. Mientras escribÃa estas pocas palabras, no tenÃa ni idea de dónde iba a estar ahora mismo, a.k.a en Guadalajara en México.
Déjenme contextualizarles.
Mi aventura colombiana de 11 meses terminó el pasado 17 de junio. Siempre recordaré esa fecha. No porque fue el dÃa más feliz, o más triste, no porque pasó algo excepcional. No, nada de eso. Siempre quedará grabado en mi memoria porque deseo recordarlo para siempre. Fue uno de los momentos más significativos de mi vida, como el dÃa en que llegué a Colombia el 20 de julio de 2018. El 17 de junio de 2019, me sentà bien. De verdad. Y como ya he repetido 25 veces a toda mi familia y amigos, esto no me pareció normal. Tienen que saber que soy una persona emotiva y muy nostálgica. El tipo de persona que tiende a « vivir en el pasado », ya ven.
Y sin embargo, ese jueves, a pesar de que me estaba repitiendo desde que me habÃa levantado: « Marina, es la última vez que caminas por las calles de La Candelaria como estudiante de intercambio », « Marina, es la última vez que ves esta magnÃfica vista de los Andes cuando subes las escaleras de tu universidad », « Marina, es la última vez que tomas el ascensor de City U para llegar a casa », nada que hacer, no podÃa sentirme triste por mi salida.
Me despido de todos mis amigos colombianos, cruzo mi campus por última vez, dono a los vecinos todo lo que no cabe en mis dos maletas, ordeno todas mis pertenencias, llamo a un taxi, llego al aeropuerto, documento mi equipaje, paso la aduana, me despido del paÃs que me recibió con los brazos abiertos, ya estoy en el avión.
Y empiezo a pensar. Me sentà vacÃa, sin sentimientos. Este corazón de piedra, cuya existencia nunca sospeché, pesaba mucho en mi pecho. ¿Por qué? Después de tantas aventuras, tantos momentos maravillosos que siempre recordaré… Era injusto no sentir nada al despegar. Asà que el vuelo de 10 horas a Madrid me dio tiempo para pensar. Se me ocurrieron varias explicaciones.
- En diciembre, cuando regresé a Francia por un mes entre los dos semestres de intercambio en Bogotá, se me rompió el corazón. Literalmente. Se suele decir  que los aeropuertos son uno de los lugares más alegres en la Tierra, donde la gente se encuentra otra vez, o está feliz de salir a una nueva aventura. Para mÃ, ha sido lo contrario. Y este 21 de diciembre de 2018 hacia parte de esa costumbre mÃa. Me sentà terriblemente mal por abandonar mi paÃs anfitrión durante un mes. Dejar atrás una parte de mi corazón. No estar segura de volver a ver a una personita especial. Despedirme de todos mis maravillosos amigos extranjeros que me habÃan acompañado diariamente durante estos 5 meses, con los que habÃa viajado, reÃdo, dormido, celebrado, compartido… Todos estos rostros que no volverÃa a ver en mucho tiempo. Nada será igual que antes y estaba enfadada conmigo mismo por haberlos dejado atrás tan cobardemente. Por todas estas razones, diciembre fue la época en la que me sentà realmente mal, como si mi intercambio académico se hubiera detenido allÃ.
- La segunda mitad del año en Colombia fue completamente diferente a la primera. Cuando regresé a Bogotá el 17 de enero, me sentà extranjera de nuevo en este paÃs, a pesar de que mi apartamento me estaba esperando, también parte de mi equipaje que habÃa dejado atrás, mi mejor amiga y roomie, las caras conocidas de mis amigos colombianos, algunos conocidos del primer semestre… Aunque estaba aliviada de poder volver a hablar español, me sentà extranjera de nuevo en este paÃs. Cuando empezaron de nuevo las clases, volvimos a participar, como en agosto, en las actividades de bienvenida a los estudiantes de intercambio, descubrimos otra vez la capital colombiana a través de la mirada sorprendida de los extraños. Sin embargo, yo ya no tenÃa energÃa para socializar. No fue un capricho de niña, fue un sentimiento que me paralizó. Cada lugar por el que pasé me recordaba una aventura con los amigos que se habÃan ido a su paÃs. Cada hora de clase me recordaba una clase del primer semestre. No pude evitar comparar. Y puedo decirles que esta no es la mejor solución. Siguiendo los consejos de amigos y familiares, decidà vivir este segundo semestre de manera diferente, para disfrutarlo tanto como el primero. Asà que volvà a viajar -un poco menos-, celebré -un poco menos-, compartà salidas con otras personas -un poco menos, una vez más- y estudié duro. Decidà concentrarme en trabajar en la universidad y visitar cada rincón de Bogotá para que la ciudad no tuviera secretos para mà cuando me fuera. De hecho, el primer semestre del intercambio fue, sin duda, el mejor semestre de mi vida. Con las clases interesantes, los encuentros mágicos, los descubrimientos increÃbles, los viajes excepcionales, las fiestas locas…. No me habÃa tomado el tiempo de descubrir Bogotá, y me sentÃa mal por ello. En pocas palabras, el segundo semestre llegó en el momento perfecto para que hiciera lentamente la transición de mi intercambio universitario a mi vida anterior que me esperaba cuando regresé a Francia.
- Finalmente, una última posibilidad vino a mi mente durante mi reflexión: no podÃa estar triste porque ya me habÃa despedido inconscientemente de mi bella ciudad anfitriona. Primero, cuando regresé a Francia en diciembre. Creo que salieron más lágrimas como nunca en mi vida. Luego viajé tres veces a México en enero, abril y mayo. Asà que estaba acostumbrada a dejar Colombia, sabiendo que volverÃa pronto. Luego, el final del semestre, que sonó el final de mi año de intercambio, llegó rápidamente el 23 de mayo. HabÃa planeado viajar con algunas amigas a la provincia de Santander antes de salir para México por tres semanas. Cuando regresé a Colombia el 14 de junio, todos mis amigos ya se habrÃan ido. Asà que lee despedà en mayo. Todo era muy raro para mÃ, no podÃa darme cuenta de que la aventura habÃa terminado para mÃ. Hablé de este sentimiento durante muchas horas con mi compañera de cuarto y mi mejor amigo mexicano. Ellos sentÃan lo mismo. Asà que me habÃa preparado para mi salida tres semanas antes. En mi corazón, ya habÃa salido de Colombia a finales de mayo. Eso deberÃa explicar por qué me sentà sin emoción el 17 de junio.
Asà que saludé a Colombia como si fuera una simple ciudad donde simplemente me habÃa detenido por una escala, como si me estuviera esperando un destino mucho mejor. De hecho, tal vez lo era. Cuando me despedà de mis amigos mexicanos en diciembre, no tenÃa ni idea de que tendrÃa la oportunidad de volver a verlos antes de lo esperado. Asà que decidà visitarlos en Guadalajara a finales de enero. Y me enamoré. No es que prefiera México a Colombia, no se puede comparar. No, más bien volvà a mi vida diaria del primer semestre y me encantó.
Por otro lado, la comida mexicana era mucho más diversa y variada que la cocina colombiana, basada en frituras, arroz y plátanos.
Me sentà menos insegura que en mi barrio en el centro de la capital colombiana -pronto me darÃa cuenta de que era sólo una impresión-.
Me gustó mucho el centro histórico de Guadalajara, me sentà como en casa allÃ, a diferencia de la inmensidad de la Ciudad de México o de Bogotá.
Los habitantes eran tan agradablemente cálidos y hospitalarios como los colombianos.
La familia que estaba visitando y que amablemente me dio la bienvenida me recordó a la mÃa, que extrañaba en Bogotá.
El acento mexicano me fascinó, asà como su vocabulario totalmente diferente que intentaba usar para divertirme y no pasar por una « gringa » (literalmente: un americano, simbólicamente: un extranjero).
La música que escuchaban era la misma que en Colombia, me hizo muy feliz – ¡no iba a dejar la cultura del reggaetón!
Los supermercados tenÃan una oferta de productos mucho más occidental que las tiendas colombianas: finalmente encontré mis yogurts, quesos y verduras congeladas.
Todo parecÃa haber sido hecho para mi. Asà que volvà por segunda vez, y luego por tercera vez. La idea de ir a México me motivó a trabajar duro en clase para salir de vacaciones más rápido.
Si no lo hubieran entendido, me enamoré como loca de este nuevo paÃs. Me recordó mis primeras semanas en Colombia.
-Elipsis- Actualmente les escribo desde mi habitación en Guadalajara, la capital del estado de Jalisco, México. Llegué aquà después de un mes en Francia el 22 de julio. Esta vez, no es para una estancia corta, sino más bien para unas prácticas de 5 meses. Esta pasantÃa es una bonificación al diploma, es decir, no está incluida en mi carrera universitaria en Francia. Obtuve oficialmente mi licenciatura tras la validación de mi año en Colombia. Por lo tanto, estoy libre hasta el próximo mes de abril, para pasar algunos exámenes para entrar en el programa de maestrÃa.
¿Qué puede ser mejor que un año de descanso entre tu licenciatura y tu máster para adquirir experiencia en la profesión que te interesa? Motivada como nunca, me puse en contacto con los periódicos de Guadalajara para hacer mis prácticas aquÃ, y vivir, además de estar inmersa en el periodismo diariamente, un tercer semestre en el extranjero. Decidida y ambiciosa, hice todo lo posible para que uno estos periódicos me aceptara. TenÃa una preferencia por uno de ellos, pero el proceso de aceptación fue largo. Un mes después de la entrevista, todavÃa no estaba segura de que si me iban a aceptar o no. Estaba nerviosa por mi futuro, sin saber si podrÃa seguir viviendo mi sueño latinoamericano o si volverÃa a casa en Francia. Dos meses. Tres meses. Justo antes del cuarto mes, llegaron la buena noticia: fui aceptada para una pasantÃa de 5 meses, de agosto a diciembre, en mi opción número 1. ¡Qué alegrÃa!
Además, necesito confesarles algo. México no es una coincidencia para mÃ. No es tanto el resultado de mis amistades hechas en Bogotá. Nuestra historia es mucho más compleja que eso. Conocido en Francia como un destino paradisÃaco para las vacaciones, tenÃa muchas otras connotaciones para mÃ. Cuando les informé de mis opciones para el año de intercambio académico, les expliqué por qué Colombia. Pero lo que no les dije es que al principio dudaba entre México, Argentina y Colombia. En Argentina, no habÃa una buena universidad disponible. México fue la elección perfecta para mÃ, un paÃs desarrollado, cercano a la gran potencia que es Estados Unidos, un buen destino turÃstico, con una larga historia… Sin embargo, me lo denigraron mucho por la inseguridad, asà que finalmente me dirigà a Bogotá, que tenÃa algunas de las mejores universidades de Sudamérica y cuya seguridad mejoraba dÃa a dÃa.
Parece que siempre volvemos a nuestro destino. Por lo tanto, es un gran placer para mà invitarles a que continúen siguiendo mi blog en los próximos meses. Además de los últimos artÃculos sobre Colombia, publicaré muchos artÃculos sobre mi nueva vida mexicana.
Marina